вторник, 8 апреля 2008 г.

De pesares y cosas mejores.

Muy a mi pesar, nací para pesar tan poco y de otros.
Nada que ver con lo que yo quería. Limbo de ti, por ejemplo.
Odiar a Eva y al imbécil de Adan es lo que queda por negarme el paraiso.
A una por incauta, desobediente y hambrienta, y al otro por no saberla tener satisfecha.
No contar las historias que suceden. No hablar de si tal, o si debería haber cogido por el atajo.
Vivir desviviéndome por un goce gelatinoso y bastante inmoral donde estoy dentro tuya y tu dentro de mi.
Una especie de masa viscosa que lo deshace todo menos nosotros, una especie de paraiso que a más grande nos deja más sólos.
Dios, qué afonía... Que ganas de destrozarme la voz entera por ti, que te alimentes de cada uno de los trozos de mi voz.
Me queda cuando no estás demasiado tiempo para observar lo humano y lo cotidiano, hasta hastiarme, me queda verlo todo y no tener nada.

De todos modos hay gozo y hay dicha, y hay implosión de la una y hay explosión del otro.
Ya sabes, porque te dije, que ya no llueve nunca dentro. Que la lluvia es únicamente tierra, agua, aire, que cae de arriba a abajo, que va a parar al suelo. Que he limpiado ya todo. Que puedes pasar cuando quieras dentro. Aquí ya nada más lloverás tu. Me quedo con todo esto.

Para desgracia de algunos, y contra todo pronóstico, vivo.

¡Que cosas dices, Ivan!

Vientre conmigo, cielo sin lluvia, que te voy a desarmar beso a verso.

De "Unos labios con un único rumbo, una mente con un único afán"

Vi crecer a ese niño demonio. Jamás lo vi sonreir,
decir idioteces, o palidecer o asustarse por algo.
Últimamente siempre se acercaba silencioso.
Parecía que todo lo iba devorando.

Entonces, cuando del absorto rostro
del infame niño se esbozó una mueca irrisoria,
fue cuando realmente
comenzó todo esto de la destrucción...

El blanco, el caos, la cal. Como cal viva en los ojos
ya ciegos. La seducción, la esquina, trescientos euros,
vida gloria, glamour y culo todo en uno, y en oferta.

La destrucción es la agradable pincelada de un maquillaje muy caro.

Yo creía en la capacidad de éste como ser ambiguo, niño de noche, hombre,
creía en el infame nombre que se le daba a las cosas nuevas,
la esquina era un roto en el bolsillo.

También en las esquinas empezó a odiar
y el odio era como la salud de la ira;
poco a poco,
engordado pero flaco, y vacío
empezó a creer en su propia muerte
¡Qué emblema mas curioso por escudo!

y tic tac, la locura se apoderó de su enferma mente,
la ceguera se reiteró en los ojos.
El niño ya no era el niño, ni el hombre
era un Brueguel o un Bosco,
demonio culo, sucio
desordén hediendo a muerto.

Musgo que yace sobre el musgo.