вторник, 8 апреля 2008 г.

De "Unos labios con un único rumbo, una mente con un único afán"

Vi crecer a ese niño demonio. Jamás lo vi sonreir,
decir idioteces, o palidecer o asustarse por algo.
Últimamente siempre se acercaba silencioso.
Parecía que todo lo iba devorando.

Entonces, cuando del absorto rostro
del infame niño se esbozó una mueca irrisoria,
fue cuando realmente
comenzó todo esto de la destrucción...

El blanco, el caos, la cal. Como cal viva en los ojos
ya ciegos. La seducción, la esquina, trescientos euros,
vida gloria, glamour y culo todo en uno, y en oferta.

La destrucción es la agradable pincelada de un maquillaje muy caro.

Yo creía en la capacidad de éste como ser ambiguo, niño de noche, hombre,
creía en el infame nombre que se le daba a las cosas nuevas,
la esquina era un roto en el bolsillo.

También en las esquinas empezó a odiar
y el odio era como la salud de la ira;
poco a poco,
engordado pero flaco, y vacío
empezó a creer en su propia muerte
¡Qué emblema mas curioso por escudo!

y tic tac, la locura se apoderó de su enferma mente,
la ceguera se reiteró en los ojos.
El niño ya no era el niño, ni el hombre
era un Brueguel o un Bosco,
demonio culo, sucio
desordén hediendo a muerto.

Musgo que yace sobre el musgo.

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